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¿Por qué es importante hablar de resiliencia de los sistemas educativos?

13 de junio de 2025

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Santiago Cueto, líder del Observatorio para la Resiliencia Educativa en América Latina y el Caribe, AdaptED, señaló que es vital conocer cómo los países han enfrentado las crisis y a partir de eso levantar aprendizajes para el futuro. Según el experto, la clave es resguardar el derecho y continuidad a la educación, sobre todo, para las y los estudiantes más vulnerables. 

Huracanes, pandemias, violencia y migración forzada son sólo algunas de las crisis que, en los últimos años, han golpeado con fuerza a los países de América Latina y el Caribe. Sus consecuencias no se limitan a la pérdida de viviendas o al colapso de los sistemas de salud, también  dificultan que los países garanticen el derecho a la educación. Y ese impacto no es igual para todos. En la mayoría de los casos, quienes más sufren estas interrupciones son quienes ya viven en condiciones de vulnerabilidad: estudiantes de zonas pobres o rurales, migrantes, con discapacidad o pertenecientes a pueblos indígenas.

Un ejemplo de esto fue lo sucedido durante la pandemia del Covid -19, cuando los sistemas educativos con más recursos pudieron responder y continuar con clases a distancia, mientras  que países más vulnerables tuvieron que enfrentar y resolver múltiples desafíos.. En especial afectó a aquellos estudiantes de zonas alejadas y con problemas de conectividad.

Ante esta realidad y con el desafío de potenciar la respuesta ante las crisis, el concepto de resiliencia educativa ha cobrado fuerza a nivel mundial. ¿Qué significa y cómo lo entienden los actores educativos ? ¿Por qué es urgente hablar de resiliencia en nuestra región? Sobre estas preguntas reflexiona Santiago Cueto, investigador principal de GRADE y líder del proyecto AdaptED, el primer observatorio dedicado a estudiar la resiliencia de los sistemas educativos en América Latina y el Caribe, una iniciativa impulsada por GRADE, SUMMA y UNICEF LACRO, con el apoyo del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC por su sigla en inglés) de Canadá.

El proyecto AdaptED trabajará con 11 países de interés de la Alianza Mundial para la Educación (Global Partnership for Education -GPE) en América Latina y el Caribe: Belice, Dominica, El Salvador, Granada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Nicaragua, Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas.

Las crisis no afectan a todos por igual

“La pandemia es un ejemplo claro de cómo una crisis puede interrumpir el servicio educativo. Durante dos años, en muchos países las clases presenciales se suspendieron. Algunos estudiantes pudieron seguir conectados por internet, pero otros simplemente perdieron todo acceso a la educación”, explica Cueto. El experto agrega: “Esto no ocurre de manera equitativa. Un niño o niña en zona rural, que vive en pobreza, que pertenece a un pueblo indígena o tiene una discapacidad, tiene muchas más probabilidades de quedar fuera del sistema cuando ocurre una crisis. Y si estas condiciones se combinan, el efecto se multiplica”.

Por eso, desde AdaptED se propone una mirada interseccional, que no analice la pobreza, el género, la discapacidad o el origen étnico como factores aislados, sino como condiciones que interactúan unas con otras, y que profundizan la desigualdad educativa en contextos de crisis.

Indagar cómo y qué metodologías ayudaron a los sistemas educativos y con ese aprendizaje fortalecer distintas herramientas para enfrentar posibles futuras crisis, es parte de los objetivos que tiene AdaptED para trabajar con los 11 países de interés: “Nos interesa ver cómo países con contextos similares —desastres naturales frecuentes, crisis migratorias, altos niveles de desigualdad— enfrentan estos desafíos. Queremos aprender de sus respuestas y promover soluciones eficaces que se adapten a sus realidades”, explica Cueto.

A juicio de Santiago Cueto es necesario que los sistemas educativos se anticipen, adapten y transformen en un esfuerzo conjunto, sobre todo porque “los riesgos no están disminuyendo. Al contrario, estamos viendo más desastres naturales, más conflictos, más migración forzada. Por eso es tan importante avanzar hacia sistemas que puedan enfrentar estas amenazas sin que los estudiantes más vulnerables se queden atrás”, concluye Cueto.

¿Qué es un sistema educativo resiliente?

Para Cueto, la respuesta es clara: “Un sistema educativo resiliente es uno que garantiza el derecho a la educación incluso en situaciones de emergencia o adversidad”. Lograr esto, sin embargo, no es tarea fácil. Requiere que los países cuenten con estructuras, procesos y personas preparadas para responder con rapidez, anticipar riesgos y articular soluciones junto a otros sectores del Estado y actores internacionales, según detalla el experto. “No basta con que actúe solo el Ministerio de Educación. Se necesita coordinación con áreas como salud, economía, gestión de riesgos, migración, protección social y privados. Y en muchos casos, también con agencias internacionales porque los desafíos son compartidos”.

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